lunes, 1 de septiembre de 2008

A Marc Augé

A veces me siento una extranjera del mundo, ajena a todas las razas y distinta a la humanidad como un todo que, por más abarcativo que sea, no me incluye. Me gustan los no lugares, me siento cómoda y tranquila en los aeropuertos, los hoteles, los supermercados. Cuando era chica quería trabajar de turista; me gusta estar en lugares que no son míos, que no tienen toques personales de nadie. Me gusta que llueva, no me deprime y definitivamente no arruina mi día, lo mejora. Es más, si estoy en un no lugar y llueve, podría decirse que la estoy pasando de maravilla, a diferencia de la mayoría de la humanidad excepto, quizás, la población deshidratada de los desiertos de África. Me gustan los no lugares y la lluvia porque traen cosas buenas, preceden viajes y días de sol. Después de la efímera estadía en el aeropuerto viene un viaje o un regreso a casa, y después de la lluvia, viene el sol. Además, nada malo puede pasar cuando estamos en un no lugar o cuando llueve. Si ya está lloviendo, qué más puede pasar? ¿Granizar? Las probabilidades son casi nulas. Si estas en un no lugar, qué te puede pasar? Sí, te pueden robar, pero por lo menos no irrumpieron e invadieron un lugar personal, como un hogar. Vengan los días de lluvia y estadías más largas en no lugares: tengo botas, paraguas y valija.

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