domingo, 6 de febrero de 2011

All Saints

De tooodos los santos y festividades que se sorteaban, me tocó este: el de los goddam (J.D. Salinger-style cursing) enamorados. Tratemos de no inferir nada retorcido de esto o buscar mensajes subliminales ocultos en la fecha más redituable para Hallmark, Godiva y el sindicato de floristas unidos. 
Podría, frente a esta barbaridad, optar por la herejia y darle lugar al odio desmedido para que hag alas suyas, pero no. Este año decidí reclamar lo que es mío (como Juan) e incluir este día en la lista de aquellos en los que se me festeja a (enamorada o no).
Ergo y sín más, aquí vamos, repitiendo el modus operandi de mi cumpleaños, si?

Wishlist (give or take algún que otro detalle de adaptación ficción-realidad):

“He trusted her opinions and sought them out; when she did’t like something he said, he wanted to know why- he was really eager to hear.
They didn’t call each other Honey or Babe, let alone Flea or Cabbage; to each other they were Venice and Hugh. They hardly touched each other in front of other people. Their kisses hello or good-bye didn’t say, Sex. But there was something private between them, enviably private. They were a couple in a way that didn’t exclude anyone but seemed superior to every other relationship in the room.” 

(Melissa Bank, The Wonder Spot)

Si con lo susodicho no logré transmitir claramente mis deseos, quizás estas imágenes contribuyan a la causa (que cada vez se parece más a un servicio de Garbarino para futuros cónyuges, la listita for idea-lacking dummies)






(Me estoy excediendo, pero es a conciencia; no quiero errores de criterio en lo que reciba.)








(FFFFOUND)

miércoles, 2 de febrero de 2011

Your end of the bargain

Pero habíamos quedado. No. Sí, habíamos quedado (vos y yo = yo y yo) que esto no iba a volver a pasar. Ya lo hablamos, ya sabemos de qué se trata y adónde (no) va. I thought we were on the same page, missy, pero se ve que no. O sí, pero no te pudiste resistir; la carne es débil y los ojos tan caprichosos. Qué mala combinación, como su ropa que -igual- poco importa, porque puede. Él sí. Hay cierto grado de tolerancia que sólo se tiene cuando hay puro amor entre ojo y ojo; el entrecejo se nubla con el idilio y el foco se pierde para siempre. Lo triste de todo esto es que me prometí que no iba a haber partes tristes. Too late for that, aunque –who are we kidding?- siempre supimos que era una utopía, una tarea que excede mis capacidades (y quizás -aunque no lo quiera ver, aunque duela saber que mi enemigo es Yo- excede mis voluntades también).

* * * 

La perpetuidad agobia hasta al más paciente, que claramente no soy yo. Ni yo.