lunes, 14 de diciembre de 2009

And your shoes don't fit

Un ex novio de mi hermana una vez dijo que cuando se tiene bajo el autoestima, la solución es salir a caminar. No para quemar calorías o producir endorfinas (esos son efectos colaterales hermosos que no se le niegan a nadie, nunca), sino para realizar un ejercicio de perspectiva y autovaloración. El procedimiento es así: mientras caminás, mirá a tu alrededor, mirá a la gente y pensá por quién de ellos te cambiarías. ¿Quién (de los transeúntes) te gustaría ser si no fueras vos? A los pocos metros recorridos, vas a notar que no son tantos, de hecho, son pocos o ninguno. Hoy lo intenté, caminé tres cuadras (cerca de mi casa, o sea que el experimento tuvo lugar bajo condiciones controladas y constantes, en un entorno familiar) y el resultado fue 0. Y no quiero ser engreída ni mucho menos, solo me puse contenta con los resultados.
Igualmente, quiero destacar dos cosas sobre el experimento:
a) No sólo abarca el aspecto físico o estético, se puede aplicar con el criterio que uno desee; si otro caminante emana felicidad y esto es algo careciente en su vida, entonces probablemente desearía cambiarse por él. (Otros criterios frecuentemente considerados son: estatura, pelo, orejas (chicas, menos sobresalientes [“pantallita, dumbo”]), indumentaria, etc)
b) Pocas horas después de su realización, en mi caso, tuvo una contracara interesante: Salí a comer y, a tan sólo unos metros, encontré como 6 individuos (femeninos, altos, esbeltos y superproducidos) por los que me cambiaria, aunque sea por unas horas. Cabe agregar que esto sucedía mientras yo comía, ellas fumaban y sus tacos (como si fueran necesarios!) estaban tête-à-tête con mi ombligo.

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